El valor de estabilizar y los tres aciertos estratégicos de Milei
No es solo la suba de los precios en el supermercado. No es sólo la dificultad de planificar los gastos o saber si se va a llegar a fin de mes dentro de dos o tres meses. No es solo el valor de la moneda o el rendimiento de los plazos fijos. Todo eso está lejos de ser poco, pero hay un factor más, que está por detrás de todo eso y tiene valor en sí mismo: la estabilidad.
La estabilidad es un objetivo buscado por las personas a lo largo de su vida: estabilidad financiera, emocional, laboral, de vínculos, etc. Los procesos de cambio no son la norma, sino la excepción. Cuando suceden esos cambios en el ámbito privado, a menudo suelen dar lugar a lo que se denomina crisis.
Yendo al plano de la vida en sociedad, podemos decir que desde mediados de la gestión de Mauricio Macri, allá por 2018, los argentinos vivimos en una crisis permanente. Se sucedieron algunas crisis puntuales; la pandemia fue la más saliente de ellas. Pero en general hubo un continuum de crisis, generado a partir del desorden macroeconómico y su reflejo en el cambio cada vez más acelerado de los precios. Así, la sociedad argentina ha vivido en crisis inflacionaria por lo menos los últimos 6 años.
Ese posiblemente sea el valor intangible para la gente, básico pero muy profundo, que tiene el intento del actual gobierno nacional. La estabilidad, que no es estabilidad sólo de precios.
En 2017, Cristina Fernández de Kirchner lanzó una consigna que resultaba muy efectiva en aquel contexto: “Le desordenaron la vida a la gente”, decía la entonces candidata a senadora. Orden, palabra asociada discursivamente a la derecha, pero de la que hacía uso -desde otro ángulo- una dirigente asociada más bien a la centroizquierda. Orden, estabilidad… casi sinónimos.
Obviamente, algo que también le desordenó la vida a los argentinos fue la inflación. Ya con Alberto Fernández, el crecimiento de la actividad económica entre 2022 y 2023 excedió al rebote pos pandemia, creando nuevos empleos -algo que también era parte de la crisis-, pero sin dudas esos logros quedaron opacados en los bolsillos y la percepción de la gente gracias a la inflación.
La relevancia que adquirió la inestabilidad producto de la inflación llegó a ser tal que en 2023 la gente prefirió a un candidato que prometía más crisis (un fuerte ajuste) para salir de la crisis permanente. Es decir, para salir de la inestabilidad. La promesa de “sangre, sudor y lágrimas” de Milei se extendió desde la campaña hasta los primeros meses de gestión (aproximadamente por agosto el gobierno dejó de hablar tanto de las malas y empezó a hablar de cierto rebote). Los atenuantes de ese discurso (decir que el ajuste lo pagaría la casta, que el salto tarifario acompañaría la recuperación de ingresos, etc) eran mensajes secundarios. Necesarios pero secundarios. El núcleo del discurso libertario era el ajuste y estaba bien simbolizado en la motosierra.
Así, Milei llegó a la presidencia teniendo el beneficio de haber prometido ajuste. “Nunca nadie en la historia ganó diciendo que iba a ajustar”, suele repetir con razón. Precisamente, para sopesar ese voto motosierra, del otro lado de la balanza hay que poner a la inestabilidad acumulada durante los últimos años.
Un segundo factor que no se puede pasar por alto es que -y ahí sí contradiciendo sus promesas de campaña- Milei hizo (casi) todo el ajuste desde el comienzo. Comenzando por la devaluación anunciada dos días después de asumido y ejecutada al día siguiente. Esa praxis de hacer el mal todo junto (Maquiavelo) y al comienzo, acompañada de los correspondientes mensajes, hizo con que en algún punto las consecuencias de la crisis generada sean imputadas más al gobierno anterior que al actual. Por ejemplo, la sociedad asocia la suba exorbitante de la inflación más a Sergio Massa que a la devaluación de diciembre de Luis Caputo.
Hay un trinomio de factores estratégicos y de gestión casi imbatible que está llevando adelante la gestión de Milei, aunque todavía está en veremos porque el tercer elemento aún está en curso y es endeble. El trinomio es el siguiente: 1) prometió ajuste y lo ejecutó; 2) Al hacerlo desde el inicio, la crisis quedó asociada a la herencia o directamente a la gestión pasada; 3) logra la estabilidad.
Esta semana en un programa del canal Gelatina, el dirigente social y opositor, Juan Grabois, manifestó que Milei está “recontra” logrando la estabilización económica, al tiempo que cuestionó a los que hacían “odas a la inflación”. El problema, para Grabois, es que Milei lo está logrando dejando a un tercio de la sociedad afuera. Es un discurso opositor posible, más si realmente se logra la estabilidad. El «logra la estabilización, pero a qué costo».
No obstante, ese discurso opositor ya no cuestiona si se logró o no la estabilidad al día de hoy ni por qué mecanismos y si estos son sustentables en el tiempo o si generarán una nueva crisis (la crisis de la neo-Convertivilidad). La da por lograda pero critica sus consecuencias sociales y la generalidad del modelo. Suena como a críticas al 1 a 1, pero en 1995, es decir, en el auge del modelo de la Convertibilidad. Ni siquiera en 1999, Eduardo Duhalde diciendo que había que salir de la Convertibilidad, cuyos efectos negativos ya eran manifiestos, logró ganar. Entre otras cosas, ese es el valor de la estabilidad.
Por otra parte, como se ha visto esta semana, la caída de la inflación redunda en una caída de la pobreza. Sucedió con Menem y la Convertibilidad, así como en países vecinos durante los noventa, como Brasil, con Fernando Henrique Cardoso y el Plan Real. Por lo tanto, terminar con la inflación beneficia a los sectores más pobres, aún cuando estos sean golpeados por el ajuste.
Por consiguiente, es altamente probable un buen rendimiento electoral del oficialismo 2025 en tanto la variable que sumió en la crisis permanente a los argentinos en los últimos años se mantenga ordenada y estable. Tampoco es tarea sencilla, más en un mundo según Trump, como ya se ha mencionado aquí, y la volatilidad que ello representa. Y si antes se decía que el mundo estornudaba y Argentina se resfriaba, hoy ese rasgo vulnerable está más a flor de piel que nunca.
En suma, Milei está al filo de beneficiarse políticamente de lograr la ansiada estabilidad. No está claro que lo pueda lograr, ni por cuánto tiempo, ni a qué costo ni con qué consecuencias a futuro y ni si se trata de viejas fórmulas que no funcionaron. Pero lo que sí resulta evidente es que se trata del primer plan de estabilización en mucho tiempo. El primer intento. Ni Alberto Fernández, ni Mauricio Macri expresaron políticamente la necesidad de terminar con la inflación.
Por último, la prolongada crisis de inflación generó el caldo de cultivo para medidas excepcionales. En la historia, toda gran crisis habilita, por los motivos que sea, a grandes cambios, refundaciones e incluso el surgimiento de grandes líderes. Esto es un dato de la realidad y de la historia. Otra cuestión es saber qué sucederá realmente con el proceso en curso en Argentina y hasta dónde funcionarán las medidas, si la suerte y la pericia acompañan al gobierno y si alcanza con la estabilidad. Por el momento, podemos brindar en paz.