Fenómeno Milei, viaje al centro del personaje
Excéntrico, loco, sincero, genio, desprolijo, rockstar… y la lista sigue. Son varios los adjetivos y las etiquetas que se le pueden poner a Javier Milei. La potencia de su imagen es un dato insoslayable a la hora de analizar el fenómeno. Atrae y repele, quizás en medidas semejantes. Pero lo que no se puede negar es la centralidad del personaje en sí para romper la ya vieja polarización y llegar a la presidencia.
La singularidad del personaje queda de manifiesto en el hecho de que lo que para muchos serían máculas en su imagen, en su caso son anécdotas que, por el contrario, refuerzan al personaje: Milei sencillamente es como es. Se puede esperar de él que insulte, ponga adjetivos agresivos, haga vulgares imitaciones desde el atril, se pelee y se reconcilie, se ria como un niño o se muestre encolerizado como ningún político tradicional se animaría a hacerlo.
Milei construye su imagen personal desde la extravagancia y la excentricidad. Un Horacio Rodríguez Larreta, por dar un ejemplo opuesto, construye desde la seriedad del gestor eficiente, correcto en el trato y siempre emocionalmente sobre su eje. Sería un escándalo que Larreta haga el 10% de lo que nos tiene acostumbrado Milei. Pero Milei es Milei.
Lo mismo vale para otros políticos. Existe un radio de lo que es esperable de cada uno de ellos en términos de comportamientos y formas. Por fuera de ese radio, por lo general acotado, se desdibujan. El personaje Milei amplió los límites de lo esperable y lo aceptable. Está más allá. Naturalmente, esa especificidad del personaje lo diferencia de los políticos tradicionales, siempre más acartonados, y refuerza su imagen de “alguien que no viene de la política”. De un lado, el peluca. Del otro, la casta.
Lo que es innegociable para Milei, además del déficit cero… son algunos atributos de ese personaje que ha creado. Por ejemplo la honestidad. La honestidad es uno de los valores centrales en su identidad y en contraposición a la casta. Otro atributo innegociable es el de genio de la economía. Por la construcción de su personaje, no es coherente que diga y se desdiga en materia económica, o peor: que fracase en sus objetivos y ese fracaso sea adjudicado socialmente a sus propias decisiones y no al comportamiento obstaculizante de la casta.
Por estos días el salto del dólar y la caída de las acciones y bonos está en el centro de las noticias. La justificación de Milei es, precisamente, el comportamiento irresponsable de la casta política, que además de especular con la ley Bases promueve una actualización previsional que perjudica al objetivo de déficit cero. Va a ser interesante ver cómo siguen estos datos de la macro y sobretodo cómo los interpreta la opinión publica.
La amplitud de comportamientos y acciones permisibles para Milei forma parte de la singularidad del personaje y lo diferencia del resto del staff de la política argentina. SLos límites del personaje pueden ser más o menos holgados, pero todos tienen límites que no deberían traspasar si no quieren perder credibilidad y reputación.