La metáfora, el arma secreta del discurso político
Comúnmente cuando se habla de las metáforas se las suele asociar a la poesía o a la retórica. Sin embargo, utilizamos metáforas en nuestro lenguaje cotidiano de manera permanente y casi sin darnos cuenta. Utilizamos pilas y pilas de metáforas todos los días. Y si estas son importantes para el lenguaje del día a día, también lo son para la política y los discursos políticos. Y mucho.
La metáfora es una operación de sustitución. Puesto en modo de fórmula sería: x=y. En palabras de Lakoff y Johnson, su esencia es “entender y experimentar una cosa en términos de otra”.
Las metáforas tienen la cualidad de generar imágenes y emociones. Pero más importante que eso es que hacen a nuestra comprensión del mundo. Las metáforas encuadran los fenómenos desde determinadas perspectivas, generando sentimientos y valoraciones, e incidiendo en nuestra manera de posicionarnos y actuar.
El 5 de marzo de 1946, el entonces líder de la oposición y ex Primer Ministro, Winston Churchill, pronunció un famoso discurso en el que se refirió a la situación de Europa: “Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente una cortina de hierro”. Lo que estaba del otro lado de esa -oscura, dura y fría- cortina eran los países bajo influencia soviética. La metáfora de la cortina de hierro pasó a la historia, fijando una forma de entender el conflicto y percibir la influencia soviética. De un lado la cortina de hierro, del otro el mundo libre.
Ni “protestas”, ni “revuelta”, ni “revolución”. “Primavera Árabe” fue el nombre que recibieron los acontecimientos en Medio Oriente y Norte de África, allá por 2010-2012. La metáfora no solo le da un encuadre totalmente positivo (la primavera está llena de atributos positivos) sino que también coloca la idea de la inevitabilidad del fenómeno. La revuelta política y social le seguiría naturalmente a los años de tiranía, como la primavera le sigue naturalmente al invierno. Hay una definición implícita del otro, al que por oposición se le colocan los atributos negativos. Lo mejor de la metáfora de la Primavera Árabe, replicada a gran escala por los medios de comunicación, es que toda la connotación y el encuadre que tenía pasaba desapercibido para la gran audiencia.
La consigna de Trump de 2016, “drena el pantano” (en inglés, drain the swamp) es otro gran ejemplo del uso de la metáfora. Por pantano Trump se refería al establishment político y el sistema establecido en el Congreso norteamericano. Un pantano es algo sucio, maloliente y repugnante ¿quién no estaría de acuerdo en que hay que drenarlo? La consigna, además, es potente porque reúne otras características: es balanceada, con un binomio de términos de similar extensión unidos por una conjugación; tiene una repetición de sonidos consonantes (aliteración); tiene un llamado a la acción (call to action) que resulta completamente necesario en función de que lo que hay es un apestoso pantano. Y, por supuesto, coloca los atributos malos en el otro y los positivos para sí.
“La casa está en orden”. Esta metáfora de Raúl Alfonsín puso final a una situación de crisis, como fue el levantamiento carapintada de la Semana Santa de 1987. La metáfora permite visualizar la resolución del conflicto y darle un contorno limitado, acotado a lo que son las cuatro paredes de una casa, a una realidad política que es mucho más compleja y escurridiza. Es decir, la metáfora sirve en este caso para simplificar, lo cual contribuye a traer tranquilidad y comunicar la clausura de la crisis.
Néstor Kirchner durante su presidencia solía utilizar una alegoría, una concatenación de metáforas en una misma estructura, para referirse a la recuperación luego de la crisis del 2001/2002. “Salimos del infierno y hoy estamos entrando a las puertas del purgatorio…” luego de lo cual completaba la oración con lo que debía seguir a continuación para el país, con pequeños cambios según el momento. La utilización de la metáfora fijaba de manera contundente el diagnóstico respecto de de dónde venía el país y hacía dónde estaba yendo.
Al inicio de la presidencia de Mauricio Macri desde el oficialismo se instaló el mensaje de que se estaban viendo algunos “brotes verdes” en la economía, los cuales, podemos agregar, estarían “floreciendo” hacia el segundo semestre. El problema de esa metáfora es que terminó convirtiéndose en una promesa incumplida. Testimonio de eso es que en las elecciones de 2019 María Eugenia Vidal decía “estamos a mitad del río”, refiriéndose a que no se debía volver atrás (el peronismo) sino continuar avanzando a pesar de las dificultades.
La actualidad nos trae dos metáforas que, aunque no han tenido centralidad en los discursos, son muy elocuentes acerca de la coyuntura. Sergio Massa desde hace tiempo viene hablando en sus discursos de “llevarle certidumbre al bolsillo de la gente”, una metáfora que logra sintetizar la idea y comunicarla mejor.
Por otro lado, una de las principales diferencias entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, los dos pre-candidatos a presidente de Juntos por el Cambio, se puso de manifiesto recientemente a través de una metáfora. El Jefe de Gobierno porteño criticó el primer spot de campaña de Bullrich (El cambio es todo o es nada) diciendo que “los cambios no se hacen a las trompadas”. La expresidenta del PRO salió a defenderse diciendo que “trompadas son las que recibe la gente”, refiriéndose a la inseguridad, la inflación y otros temas.
Usar buenas metáforas puede hacer una diferencia. Se debe buscar aquellas que se adecuen al emisor, que sean entendibles para la audiencia, que tengan en cuenta el contexto y, por supuesto, que transmitan el mensaje deseado correctamente. Cuando la metáfora en cuestión tiene la capacidad de pasar desapercibida e impactar directamente en la mente de la audiencia, podemos decir que estamos ante una verdadera arma secreta del discurso político.