Pulseada CGT/Gobierno: oportunidades y riesgos para la central obrera

25 enero, 2024 by

El paro general de la CGT ha colocado a la central obrera como el principal actor político opositor al gobierno de Javier Milei. Dejando de lado la arena del Congreso, donde se traba una lucha por la aprobación del proyecto de ley ómnibus y del mega DNU, fue la CGT el primer gran actor que dio un paso al frente y puso el cuerpo para oponerse a las medidas del Gobierno.

La exposición cegetista tiene sus riesgos y sus oportunidades. Ni bien se gestó la medida, ya desde el seno del peronismo y el movimiento sindical hubo planteos sobre lo prematuro de la misma. Un paro en enero, a poco más de un mes de gobierno. Por sí solo eso ya suena duro. Aunque la reforma laboral metida por DNU lo amerite, es un plato fuerte de entrada.

En este punto es necesario decir que si bien el paro es en tiempo récord, es en respuesta a un atropello a los trabajadores también en tiempo récord y con una metodología, la del mega DNU, poco democrática y hasta autoritaria.

Dic, el sindicalismo en general no goza de buena reputación en parte considerable de la sociedad argentina. Esto último estaría siendo muy tenido en cuenta por Milei de acuerdo a algunas crónicas periodísticas. Los hechos muestran que Milei salió a responderle personalmente a la CGT. Surge entonces un contrapunto con el que el presidente parece sentirse a gusto.

Pero el paro también representa una gran oportunidad. La central obrera puede posicionarse como protagonista de la resistencia al paradigma libertario que, según parece, ya nace torcido y con pocas novedades, más que la repetición de fórmulas pasadas. La gran novedad es la velocidad.

El ajuste todavía no se ha sentido con toda la fuerza. Cuando lo haga, la opinión pública va a profundizar su desencanto con el presidente elegido en noviembre. Esa es una predicción a corto plazo sencilla de realizar y ya en boca de todos. Por el tamaño del ajuste, la falta de sensibilidad del gobierno y el perjuicio a los trabajadores, es esperable un desgaste importante para un presidente que en primera vuelta sacó 30% y en segunda ganó con el voto en contra del oficialismo.

El interrogante es qué sigue luego de los próximos dos o seis meses. De cuánto será la recesión, a qué número llegarán la desocupación, la pobreza y la indigencia. Cuántos se caerán de la clase media, como pasó en 2001. Luego los interrogantes son en qué momento comenzará a haber algo parecido a una estabilización de la macroeconomía, una regreso al crecimiento, un derrame o una recuperación del salario. Cómo llegará el país a diciembre de 2024, por ejemplo.

En ese devenir de la economía mileista está la clave de qué tan acertado es este primer paro y la exposición de la CGT. Los sindicatos pueden capitalizar ser de los primeros opositores a un gobierno desastroso, o bien, quedar en offside ante el gobierno de la estabilización y la restauración conservadora siglo XXI. Hoy la aguja se inclina hacia lo primero.

Pero la realidad muchas veces se nos escapa de la predicción por los puntos intermedios. Ni desastre ni restauración. En ese escenario la CGT tiene una lucha estrictamente sindical en impedir que avance la reforma laboral. Al menos la reforma en los términos propuestos por Milei. Ya hay una victoria importante en esa línea con los amparos de hace algunas semanas y el fallo (que se conoció después del paro) que declaró la nulidad de los artículos laborales del DNU. Posiblemente el juego continúe en el Congreso.

Estamos ante una pulseada entre CGT y Gobierno que tiene, entonces, un nivel estrictamente sindical, en donde los trabajadores luchan por impedir la pérdida de derechos. Pero, como decía Perón, la política es integral, y no se la puede diseccionar en partes. Esa lucha de carácter sindical está atada necesariamente a una lucha de carácter más político, en el sentido de la oposición al modelo de Milei como un todo.

Con la lucha política -que resulta casi inevitable- la CGT tiene la posibilidad de erigirse como referente de la oposición.  Pero además, la central tiene la posibilidad de ser protagonista de la reestructuración del peronismo post derrota electoral. El peronismo estuvo cerca de ganar en primera vuelta, pero en segunda fue aplastado por el rechazo a la continuidad. Hay una necesidad de reformularse. Además, las derrotas naturalmente desorganizan a las fuerzas políticas, licuan poder y liderazgos. Tal vez la CGT pueda poner su parte en la reorganización del peronismo. Al final de cuentas, no sólo que los vacíos siempre los termina ocupando alguien, sino que además el movimiento obrero es la columna vertebral del justicialismo.

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