Las encrucijadas de Cristina y el liderazgo de la oposición

28 noviembre, 2024 by

Para un jefe, lo más importante es

lo que lo convierte en líder: 

las necesidades de su pueblo.

(Stilgar, en Dune, de Frank Herbert)

La principal referencia opositora al gobierno de Javier Milei es, por peso propio, Cristina Fernández de Kirchner. La dos veces presidenta, a su vez, es la elegida por el oficialismo para polarizar: imagen negativa alta, gran distancia ideológica, identificación con el pasado; en principio, cierra por todos lados. 

Cristina, a diferencia de por ejemplo Sergio Massa, decidió salir a la cancha hace ya algunos meses. Al igual que el exministro de Economía, tampoco salieron al cruce del oficialismo los peronistas cordobeses encabezados por Juan Schiaretti. Horacio Rodríguez Larreta (por hablar de los protagonistas de 2023), aunque crítico todavía mantiene el perfil bajo. En el popurrí opositor (opositor en sentido laxo) están los que no quieren, y están los que no pueden.

Veamos. Cristina mantiene la centralidad. Habla y sus palabras se convierten en titulares. Ni siquiera el gobernador de la provincia más poblada logra eso, Axel Kicillof, a pesar de algunos lances retóricos. Lo de Cristina, también hay que decirlo, no es a fuerza de mera conveniencia política ni por imposición mediática a base de pauta. Hay una necesidad de Cristina en propios y extraños. El peso propio. Eso es lo que la convierte en la dirigente opositora más importante. 

Sin embargo, CKF tiene a la Justicia sobre su cabeza. Gran parte de su imagen negativa tiene que ver indudablemente con las denuncias y causas que pesan sobre ella y sus gobiernos. La corrupción -palabra vedada del léxico kirchnerista en sus años de gloria- se convirtió en un tema-lastre para Cristina. Un flanco débil. Al menos hasta ahora.

Hay dos movimientos que pueden hacer cambiar esa tendencia que se inició allá por 2013, con las denuncias de Jorge Lanata en Periodismo Para Todos (programa que fuera una bomba comunicacional, con picos de 30 puntos de rating) y que hizo de la denuncias el ariete contra lo que entonces era la fortaleza kirchnerista. 

El primero de ellos es la posición de debilidad que pasa a tener Cristina. Ya no se trata de justicia contra un poderoso, como fuera en su gobierno y en los años inmediatos. Los años de Alberto ya la mostraban fragilizada. Estar despojada de ser la detentora del poder hace más creíble la narrativa kirchnerista, que pasa por la persecución y el lawfare

En segundo lugar, el gobierno de Javier Milei transita a pasos agigantados el trayecto que va desde un gobierno nuevo a uno al que le pesan denuncias vinculadas a la opacidad del poder. De acentuarse estas manifestaciones de opacidad oficialista, a los ojos del gran público, los cruzados contra Cristina podrían ir dejando caer su ropaje de lucha anticorrupción para mostrar un antikirchnerismo desnudo y llano. En ese caso, la victimización cobra más sentido. En limpio: la acusación de corrupción pierde fuerza si todos aparecen en el mismo fango. 

Si hablamos de escándalos de corrupción, esto nos lleva al tercer gran actor en esta danza de la política argentina. Cansino, apartado de los grandes reflectores y con la carrera política truncada por la impopularidad, Mauricio Macri sigue siendo un actor de peso en la política nacional. Pero, para nada menor, también en la Justicia, el otro gran poder de la República. 

Hete aquí que la relación entre Milei y Macri es de un tira y afloje permanente, y casi extenuante. La composición de la Corte Suprema de Justicia es la madre de todas las batallas en la guerra  (de momento) fría por control de la Justicia entre Milei y Macri. Casualmente esta semana se destrabó el pliego de Ariel Lijo, según informan, por impulso de CFK. 

Milei ensaya el tira y afloje con Macri y el salto con red con Cristina; el antikirchnerismo tal vez sea la fuerza con más peso hoy en la política argentina. Sin embargo, el gran fiador de ese juego es el propio Milei. Mejor dicho, ese juego funciona por el éxito relativo de Milei. La imagen presidencial se ha mantenido mayormente estable y con un rebote en las últimas semanas. La estabilidad macro era una de las principales demandas de la sociedad y Milei está cumpliendo con eso. Inflación en caída y dólar planchado.

Si esta estabilidad es más o menos sustentable y qué tan beneficiosa a largo plazo es otra discusión. También se podría recordar que la fase de apreciación del peso comenzó en abril, cuando el gobierno tomó algunas medidas, entre las que se destaca el dólar blend, ante lo que había sido una fuerte disparada del dólar. Es decir, el éxito todavía no está garantizado, pero de momento el arreglo macro funciona. 

Volviendo a los liderazgos en el nivel nacional. Hoy la tendencia es de desaparición de Mauricio Macri, en gran medida fagocitado por los libertarios. No obstante, Macri retiene resortes de poder mediático, judicial y político más que interesantes. Un cambio de juego podría beneficiarlo. En caso contrario, hoy todo apunta a que la nueva polarización sea (ya lo es de hecho) entre Cristina y Milei. Esa es la tendencia actual. 

Las fortalezas de Crisitna son dos. La creación de una masa militante y un segmento social fiel, con afinidad ideológica. Segundo, el recuerdo de los años de Cristina en los segmentos más pobres de la sociedad, muchos de los cuales votaron a Javier Milei en 2023. La recuperación de esos electores debería ser la prioridad del peronismo pankirchnerista. Un dato curioso es que si bien hay migración de votantes del kirchnerismo hacia Milei, no hay migración de militantes ni dirigentes. 

Cristina es líder de un espacio y referente predilecta de amplios sectores de la sociedad. Recuperar el terreno electoral/social perdido a manos de los libertarios tendría que comenzar por un lugar en donde tal vez radica el error kirchnerista. Sobrepasado de vanguardista, el kirchnerismo tal vez imagina más las necesidades de su público e impone su agenda propia, en vez de escuchar más a sus votantes y el conjunto. Además, en los últimos años, Cristina -enredada en sus causas- ha sido autoreferencial más de la cuenta. Motivos no le faltan. La cuestión es que, como escribió el estadounidense Frank Herbert en su clásica novela Dune: para un líder la preocupación más importante deben ser las necesidades de su pueblo. Y como dice el refrán, no solo hay que ser, sino que también hay que parecer.

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