Ley Bases: a los gritos se los lleva el viento
La ley Bases llega a su recta final. Presentada en diciembre, tratada durante sesiones extraordinarias y enterrada en febrero en medio de desmanejos del oficialismo. En rigor este es un nuevo proyecto, mucho más breve y, sobre todo, mucho más negociado. Esto último permitió que la ley Bases efectivamente llegue a la instancia que ha llegado. El problema es que en el medio han pasado cuatro meses vitales.
De febrero a esta parte el contexto político y económico cambió. Hoy el gobierno está urgido por la aprobación de la ley. Existe una necesidad real de dar señales positivas al mercado financiero para cortar la racha de volatilidad del dólar y de las acciones en la bolsa de valores. Esto sin menoscabar la consideración de que la fragilidad económica también pasa por otras variables, que escapan a lo que pueda hacer o no el Congreso. La falta de dólares, una vez más, está al acecho.
Este escenario de crisis trae nuevamente a colación el error fundacional del gobierno al proponer un “a todo o nada” desde el inicio, tanto con el mega DNU como con el proyecto de ley Bases. Algo más modesto en términos legislativos, y otro estilo de hacer política, le hubieran rendido al gobierno la aprobación de su paquete de medidas en los primeros meses del año. Hay que decirlo, con el fracaso de febrero apareció la política. El avance es importante.
Sin embargo, hoy el enfoque adoptado es que existe una oposición golpista. Lo dijo el propio ministro de Economía, Luis Caputo, este lunes. La no aprobación de la ley tendría esa finalidad. Es decir, el gobierno dobla la apuesta, subiéndose a la cornisa con un enfoque según el cual o se aprueba la ley o habrá más crisis. De esa forma se busca presionar a los senadores dialoguistas.
Esta estrategia es básicamente la misma que en febrero. El estilo a todo o nada va mudando de pieles. El problema es el cambio de contexto que ya se hace palpable en las últimas semanas largas. Actualmente el gobierno no tiene tanto crédito de cara a la opinión pública como supo tener a comienzos de año, y en simultáneo la situación económica está lejos de ser de fortaleza -aún después de todo lo que se hizo-, comenzando por lo fiscal y siguiendo por lo financiero.
El gobierno se muestra débil donde se debería mostrar fuerte y se muestra fuerte donde se debería mostrar débil.
Se muestra vulnerable diciendo que la oposición lo quiere voltear y que la no aprobación de las Bases traería más problemas, cuando justo en esos dos territorios se tiene que mostrar fuerte. Se tiene que mostrar fuerte porque la incertidumbre es grande y se genera desde arriba hacia abajo, de los mercados a la calle. Políticamente, el primer perjudicado con la incertidumbre económica es el gobierno.
Paralelamente se muestra fuerte donde debería haber cedido. La crisis en el Ministerio de Capital Humano parece no tener fin, y en vez de poner paños fríos, hasta el propio presidente en persona salió a exagerar el apoyo a la ministra al frente del superministerio. Milei puso su credibilidad en juego para rescatar a Petovello del barro del escándalo. Pero con la voluntad no alcanza. Ahí Milei daño su propia imagen.
Hay una sumatoria de errores de principiante. Una suerte de creer en la propia y reiterada exageración y en la propia fuerza de voluntad como si eso fuera suficiente. La voluntad es esencial en política. Pero necesita de una materia prima sobre la cual trabajar para construir algo concreto, tangible y real. Si la voluntad no trabaja sobre un material determinado, sobre una materia prima determinada, se queda en meras palabras. Y a las palabras, como a los gritos, se las lleva el viento.