El conflicto de X en Brasil: caso paradigmático para las redes y la política
El caso es relevante a nivel global tanto por el aspecto relacionado a las redes sociales y su impacto en la discusión pública, como la problemática entre multinacionales y Estados-Nación.
El mundo mira lo que sucede en Brasil con la red social X. Y hay que mirar a Brasil. La Corte Suprema de aquel país ordenó la suspensión de la red social, amparándose en la desobediencia de Elon Musk en el marco de investigaciones por la difusión de fake news. Como si fuera poco, todo esto sucede a poco más de un mes de las elecciones de medio término.
El conflicto de la ex Twitter con la Justicia brasileña puede resultar paradigmático en dos planos. En el gigante latinoamericano, desde la emergencia del fenómeno Bolsonaro, las redes sociales han pasado a estar en el centro del debate acerca de la política y la democracia: fake news, discursos de odio, polarización y radicalización. Lo que sabemos que viene sucediendo en todo el mundo.
Las elecciones de octubre de 2018 en aquel país estuvieron signadas por la influencia de las redes, y no de manera positiva precisamente. Este es el primero de los planos, la influencia de las redes en la política. El tema se instaló con fuerza en la opinión pública.
Pocos meses después, en marzo de 2019, la Corte Suprema comenzó una investigación por la difusión de fake news en redes y hasta amenazas a los integrantes del cuerpo. El juez encargado fue Alexandre de Moraes, el mismo que este viernes ordenó la suspensión de X.
Aquella investigación -conocida como inquérito de las fake news- levantó polvareda al adentrarse en el universo de trolls e influenciadores bolsonaristas. Además, con el tiempo se abrieron otras dos investigaciones, una de ellas por el intento de golpe de Estado y la invasión a los edificios de los tres poderes de la República, en enero de 2022. En materia de supervisión de las redes y control contra la difusión de noticias falsas, Brasil pasó a estar a la vanguardia, con legislación electoral acorde promovida desde la Justicia Electoral.
En ese sentido, Brasil abordó el tema de las fakes news como pocos, legisló y actuó en consecuencia. La Justicia tuvo un rol destacado, ya desde el gobierno de Jair Bolsonaro.
Puntualmente el conflicto Elon Musk/Alexandre de Moraes comenzó con una de esas investigaciones referidas arriba, cuando el magnate dueño de X se negó a obedecer una decisión del juez para suspender cuentas acusadas de difundir fake news. Eso le valió a Musk que le abrieran una causa por obstrucción de justicia, en abril de este año.
La pelea llegó a su punto más álgido esta semana, cuando el empresario con residencia en Estados Unidos se negó a nombrar un representante legal en Brasil. Musk no cumplió la orden legal dentro de las 24h estipuladas, y el viernes Moraes pidió la suspensión de la red social.
Lo que plantea el conflicto, el segundo plano de la cuestión, es la soberanía de un Estado-Nación frente a un gigante tecnológico, y de modo más general, la obediencia de uno de los hombres más ricos del mundo frente a un país periférico. Corporaciones versus estados. Ese encuadre es el que le dio de manera más o menos directa el propio juez Moraes y al que se sumó el presidente Lula da Silva.
Del otro lado, Musk desde California, Jair Bolsonaro desde Río de Janeiro y el coro de nuevas derechas alrededor del mundo acusan a Moraes de ser parte de la dictadura de Lula y justifican la desobediencia desde ese encuadre. Este plano del problema, que obedece más a las relaciones internacionales en un sentido amplio (no sólo como relación entre naciones, sino también entre privados y entre privados y naciones), es quizás el que más mira hacia el futuro a largo plazo. Estados-Nación cada vez más débiles y corporaciones más fuertes. Un dato elocuente: si en el siglo XX el protagonismo exclusivo de la carrera espacial lo tuvieron Estados Unidos y la Unión Soviética, en el siglo XXI son Elon Musk y Jeff Bezos -aunque no exclusivamente, hay que decirlo-.
De todas formas, quizás lo más interesante que plantea el caso de X en Brasil es en relación a las redes sociales y el funcionamiento de la democracia, la necesidad de legislar y los límites del control gubernamental, que deben respetar también la libertad de expresión. Un caso que impacta en la comunicación política, en un año que es ni más ni menos que electoral para una de las democracias más grandes del mundo.