Debate: Trump ganó los argumentos pero Kamala la imagen
Donald Trump pegó donde más le duele a la actual gestión demócrata: la inflación. El 2,5% interanual de agosto hace mella en el oficialismo estadounidense. “Ellos están destruyendo nuestra economía”, sentenció el republicano. Esa línea argumental quedó completa al igualar a Kamala con Joe Biden y poner a esta como partícipe del actual “desastre”.
La economía en general, y la inflación en particular, es uno de los dos o tres grandes temas de la elección. Pero es sabido que gran parte de los electores ya tiene su voto decidido; la clave, como siempre, son los indecisos.
Entre los undecided voters, precisamente, el tema de la inflación aparece como el más nombrado entre los principales problemas del país, según YouGov. Para el 28% de ellos es el tema más importante, seguido de lejos por el empleo (13%), inmigración y sistema de salud, ambos con 11%. Hábilmente, Trump metió el dedo en la llaga de la inflación una y otra vez a lo largo de todo el debate.
Del lado de Kamala hubo más argumentos en todos los temas en general, tocando el aborto, la seguridad nacional, el sistema de salud, la defensa de la democracia, el respeto a las leyes, el liderazgo internacional de Estados Unidos, cambio climático, etc. Sin embargo, Trump golpeó con la economía y agitó fantasmas (y emociones) con la inmigración. Temas, sobre todo el económico, que le pueden hacer ganar la elección.
En un buen ejemplo de la técnica de “llevar agua para el propio molino”, Trump le dio vuelta un ataque a Harris, desviando la conversación hacia los temas y encuadres de su interés. Fue en el primer bloque del debate, cuando Harris le refregó en la cara los numerosos exfuncionarios locales y otros extranjeros que han dicho que trabajar con él ha sido un desastre. Trump, al responder, salió diciendo que nadie en el gobierno de Biden había sido removido de su cargo, sencillamente porque no han hecho nada para enderezar el rumbo del país.
Curiosamente, a pesar de ser Trump el conocido por sus ataques personales, fue Kamala la que lanzó recurrentemente los argumentum ad hominem, es decir los ataques a la persona de Trump. Intentó mostrarlo como el loco, el mentiroso, el imputado y el que no está a la altura del cargo. Lo hizo con contundencia. Ahora bien, si esa artillería funciona para los indecisos es otra cosa.
La fortaleza de Kamala Harris estuvo de manera global en las formas. Es sabido que en los debates el cómo se dice es incluso más importante que el qué se dice . El Trump enojado e irritado, versus la Kamala sonriente.
El Trump de antaño irradiaba optimismo y euforia. El de hoy en día, no. Hay que decirlo: este no es el mismo Trump de 2016 ni el de 2020. El formato del debate, sin momentos de debate abierto que permitiesen cruces donde se pueda lucir el republicano, favoreció a la actual vicepresidenta. Vimos a una Kamala que miró a cámara, es decir, directo a los ojos del público, mientras que Trump miraba hacia abajo y a los moderadores.
Pero sobre todas las cosas, Kamala puede haber sacado ventaja porque logró exitosamente imponer su encuadre general al debate: lo viejo versus lo nuevo. Y Trump (cansado, ensimismado, irritado y con nula intención de conectar con la audiencia) ayudó a que gane ese encuadre. Trump quedó como lo viejo; Harris como lo nuevo.
Una frase que sintetiza el debate es la de Harris al defenderse de un ataque de Trump respecto a la economía: “Claramente, no soy Joe Biden, y ciertamente no soy Donald Trump, y lo que sí ofrezco es una nueva generación de liderazgo para nuestro país”. La frase, al negar que no es Biden, genera inconscientemente la asociación con éste (fortaleza de Trump). Pero, al mismo tiempo, el punto respecto a la nueva generación se lo lleva Harris.
Este último dato puede ser decisivo para los indecisos. El papel de Trump fue deslucido, y si bien Harris no tuvo una actuación descollante, puede haber convencido a los indecisos -no por el peso de lo argumental, sino de la imagen- a que depositen en ella su confianza.