Crónica de un error no forzado
Asado, asadito, asadazo. Un error no forzado. Desde que comenzó la trama de la nueva fórmula previsional, el Gobierno se embarcó en una batalla áspera, cuesta arriba, y que puso en juego parte de su capital político de frente a la opinión pública. El innegociable déficit cero, sin contemplaciones, tiene sus costos.
Durante la campaña y en los primeros meses de gobierno, Milei repetía que habría motosierra en todo el Estado, menos en Capital Humano, donde la ayuda social tendría canilla libre. Toda una muestra de sensibilidad social que matizaba la retórica del ajuste.
Aquella postura contemplativa de las dificultades de determinados sectores sociales era más acertada en términos de llevar a la opinión pública, en términos de conducir a la sociedad en su conjunto por el camino pedregoso del ajuste. La batalla por el déficit cero con los jubilados de por medio, en cambio, muestra a un gobierno poco sensible. Allá había un acierto, acá hay un desacierto.
El gobierno intentó imponer su frame al veto. Es más dañino el déficit fiscal que el veto de una módica suma de dinero. Desde el vamos, e independientemente de los argumentos lógicos, ese encuadre tiene, frente al encuadre que se instaló desde la vereda de enfrente, una gran desventaja en términos de persuasión. Los argumentos del gobierno en favor del ajuste fiscal y el orden macroeconómico son completamente abstractos. Los argumentos en favor del aumento son concretos y con una carga emocional fuerte: jubilados, comida, hambre, remedios, etc.
Opiniones al margen de cuál es la medida correcta (si el veto o la nueva fórmula), objetivamente, y desde el punto de vista de la comunicación política, los argumentos del gobierno tenían una desventaja, podríamos decir técnica, ante los argumentos que estaban enfrente.
A ello hay que sumarle dos condimentos más. Primero el asado de agasajo para los 87 héroes. El frame que el gobierno intentó darle al veto contra el aumento a los jubilados terminó de fracasar con ese asado. El asado, la carne, tan populares como poco accesibles en este momento. Todo pareció una muestra de ostentación en un momento de carencias.
En segundo lugar, el abuso de la exageración. “Héroes” ya fue un adjetivo que hizo ruido. En ese caso era mejor bajarle el tono a la polémica por el veto. El asado de agasajo también puede leerse en clave de otra exageración. Es todo exagerado, grandilocuente: el mejor ministro de Economía de la historia, el presidente más popular del mundo, la refundación permanente, 100 años del modelo de la casta…
Esa exageración ya le está jugando en contra al presidente. Su palabra ya no vale lo mismo. Y entramos acá en un último elemento a considerar en este asado que, todo indica, apunta a transformarse en un hito comunicativo negativo de la gestión Milei. Hay un cambio de contexto social y de opinión pública con el que el gobierno no está sintonizando.
Si algo ha hecho bien en su corta vida política Javier Milei, es sintonizar con el clima de opinión. Eso le valió el triunfo electoral. Mantener esa conexión con la realidad, esa sintonía con la opinión pública, eje anclaje en el sentido común, no es tarea sencilla desde el sillón de Rivadavia. Pero si la realidad apremia por resultados que todavía van a tardar en llegar, lo mejor sería no pifiar en el vínculo con la opinión pública. Por lo pronto, el asado de agasajo apunta a quedar como un hito negativo de estos nueve meses.