La renuncia de Biden y el arte de convertir derrotas en victorias
La renuncia de Joe Biden a la carrera por la reelección nos permite poner el foco en una estrategia particular: la de sacar réditos de una derrota. A decir verdad, toda situación de adversidad tiene sus puntos a favor. El caso de Biden constituye sin lugar a dudas una derrota: tuvo que bajarse a la fuerza, sea por la falta de apoyos internos o sea por la realidad de los hechos. El debate presidencial del 27 de junio fue el punto bisagra.
Ahora bien, Biden y sobre todo el Partido Demócrata, pueden hacer de esta derrota una victoria. La vieja táctica de ceder para ganar. No sólo un nuevo candidato renueva las ilusiones de los demócratas, sacando de la competencia al desmejorado Biden. Hay efectos positivos en la renuncia misma.
En primer lugar, Biden ha llevado adelante una gestión con logros relevantes y una mejora del empleo, aunque, según muestran distintas encuestas y analistas, los mismos no parecen ser lo suficientemente ponderados por los votantes. En ese sentido, la renuncia implica una clausura simbólica del ciclo Biden, quien seguirá (de momento) en la presidencia, pero ya con su vida política terminada. Los finales suelen ser momentos en el cual se realizan los balances y los demócratas deben intentar que esta ausencia de Biden en la disputa permita revalorar su presidencia. Así como cuando alguien fallece pasan a valorarse todas sus virtudes, el fin del ciclo Biden, con una decisión rodeada de cierto áurea de altruismo, podría servir para valorar su gestión.
En segundo lugar, la salida del envejecido Biden deja en evidencia la también elevada edad de Donald Trump. La acusación ahora puede revertirse: ¿está Trump en condiciones de resistir cuatro años en la Casa Blanca? Desde luego, la juventud de un adversario demócrata podría generar un fuerte contraste. Y si es alguien relativamente nuevo en política, mejor. Joven y nuevo, dos veces bueno.
Los grandes interrogantes del momento están puestos en qué narrativa adoptarán los demócratas para justificar la salida de Biden y cuál será el saldo de la discusión con los republicanos, quienes ya pusieron sobre la mesa los argumentos de que no estaría apto tampoco para seguir en la presidencia y de que esta renuncia viene a confirmar que su presidencia fue “desastrosa”.
¿De qué forma los demócratas saldrán elegantemente de esta encrucijada? Un enfoque posible siempre es reconocer las propias debilidades tal cual son. En este caso, un presidente entusiasta que intentó llevar adelante su candidatura hasta último momento pero no pudo hacerlo por el inevitable paso del tiempo. Las ansias de servir a su país por encima de todo. Algo de eso ya está presente en los mensajes de los demócratas que lo etiquetan de patriota.
Ante la reiteración por parte de los críticos de que debe dejar la presidencia por no estar apto, Biden debería remitirse a los logros de gestión y poner el énfasis en los próximos cuatro años al justificar su decisión. Después de todo, el proceso electoral actual es para definir el próximo presidente, y no el actual. Esa diferencia debería ser puesta sobre la mesa por parte de los demócratas. No es lo mismo estar en condiciones para ser presidente hoy que garantizar estar en condiciones para seguir siendo presidente dentro de cuatro años.
Obviamente, el escenario planteado precisa de una coordinación importante al interior del Partido Demócrata de modo que los mensajes sean convergentes a la estrategia general. Sin esa coordinación es probable que la narrativa republicana tenga más fuerza.