Instinto para gobernar: sintonizar con el electorado y controlar la agenda
Hay un concepto difícil de definir con precisión y mucho más de medir, pero que termina siendo una subjetividad esencial a la hora de analizar el devenir de una fuerza política o un gobierno. Se trata de esa sintonía que se genera con el electorado y con el clima de época. Javier Milei, por ejemplo, fue el que mejor captó el clima de época durante 2023 y quien aún tiene una sintonía con lo que sucede o no en la sociedad. O al menos era así con seguridad hasta hace algunas semanas.
Todo gobernante de nivel nacional en algún momento determinado comienza a despegarse de la realidad que viven los ciudadanos de a pie. Es como si las paredes del palacio gubernamental siempre terminasen alejando a representantes y representados. El vértigo de la gestión, las dificultades para abrirse a enfoques autocríticos, la ausencia de conversaciones genuinas con la gente, los colaboradores que llevan el diario de Yrigoyen… todo complota para que tarde o temprano el gobernante pierda esa conexión esencial con el electorado.
Por supuesto que hay herramientas para paliar eso, como las encuestas de opinión pública, tanto cuantitativas como los focus groups. Esos son GPS que cualquier gobernante sabe que no puede desmerecer. No obstante hay un sentir subjetivo que es propio de los líderes o de aquellos interesados en saber qué sucede con la gente, algo instintivo, que informa acerca del estado de ánimo y opinión de la gente. Esa sintonía de los presidentes con la sociedad en última instancia siempre da pistas de hacia dónde va esta.
El problema es que no es sencillo retener ese instinto en las alturas del poder. Sobre todo si hablamos de un presidente de la República. Alberto Fernández quizás comenzó a perder esa sintonía con la prolongación de la cuarentena y llegó a las elecciones de medio término con un sentimiento generalizado en contra de su gestión. Mauricio Macri tuvo un punto de inflexión, no tan fuerte pero sintomático, con el 2X1 para genocidas. Cristina Fernández tuvo la 125 al inicio de su primer mandato, aunque eso no le impidió luego reencauzar su gobierno.
Javier Milei quizás esté dando las primeras señales de desconexión con la sociedad. El optimismo que el presidente manifiesta respecto a su plan económico en marcha luce más como una urgencia por dar buenas noticias que como algo consistente. Hay ahí algo de desconexión con lo que vienen padeciendo amplios sectores de la sociedad.
Las manifestaciones en defensa de la universidad pública que tuvieron lugar en diferentes puntos del país la semana pasada pueden llegar a ser un hito que señalice, en perspectiva, una inflexión en esto que llamamos la sintonía presidencial con la opinión pública. El hecho manifiesto de una subjetividad que es imperceptible a los ojos.
Podría decirse que: si controlar la agenda pública es uno de los grandes objetivos de toda comunicación gubernamental, la percepción y la sintonía, casi instintivas aunque con ayuda de las herramientas de medición de la opinión pública, son algo que sucede antes de tomar las decisiones estratégicas para controlar dicha agenda.
Es muy temprano para hacer juicios de ese tenor. No obstante, está claro que no es un gran momento para Javier Milei y que la crisis económica es el tema que preocupa al país. El tema que exige respuestas y el gobierno está a la vuelta de la esquina de perder el control de la agenda. Derrotar a la inflación le dará aire a una gestión que nació en la urgencia económica, pero del costo de esa victoria saldrán sin duda los nuevos temas con los que el gobierno debería, desde ahora, comenzar a sintonizar.