El truco de Milei: llevar las reglas de La propaganda política al extremo
El discurso de Javier Milei y la tropa libertaria es toda una novedad para la política argentina, centralmente por las formas: el lenguaje crudo, la gran exageración de los términos planteados, la adjetivación y hasta el insulto; una suma de elementos que lo constituyen en un discurso disruptivo.
Así, desde la irrupción libertaria allá por las elecciones de medio término de 2021, cuando el hoy presidente accedió a su banca de diputado nacional al obtener el 17,30% de los votos en CABA, muchos se han sorprendido con su efectividad comunicacional y conexión con la sociedad.
Son varios los factores que explican ese éxito, y sin dudas entre ellos no puede soslayarse la efectividad de los dispositivos de comunicación política libertarios, así como un discurso ajustado en su diagnóstico a los tiempos y demandas. Pero si bien hay novedades en el fenómeno libertario, también puede decirse que lo de Milei es una aplicación extrema de los principios señalados por Jean-Marie Domenach en su libro La propaganda política.
En aquel libro publicado en 1950, este intelectual francés analiza y describe la propaganda política, tomando como casos a los sistemas comunista y nazi surgidos en la primera mitad del siglo y que dieron origen a la propaganda política moderna. Identifica lo que él llama reglas generales de la propaganda política. Estas son un total de cinco: la de simplificación y enemigo único; exageración y desfiguración; orquestación; transfusión; y de unanimidad y contagio.
Una de esas reglas notoriamente aplicada, no sólo por Milei, es la simplificación. La propaganda reduce problemas complejos a términos simples, fáciles de entender y recordar. Esto permite que el mensaje sea más accesible para las masas, eliminando matices y ambigüedades, nos dice Domenach. Además esa simplificación a menudo es conseguida por medio de la personalización: “Los hombres prefieren enfrentar a personas visibles más bien que a fuerzas oscuras. Así, a menudo una persona encarna el bien y otra el mal. Esa fue, según el autor, la lógica de los totalitarismos. Pero es también una regla que vemos corrientemente en la política democrática contemporánea.
La exageración y desfiguración, son una regla según la cual los hechos o datos se amplifican o se distorsionan para causar mayor impacto emocional en el receptor. Milei no deja exageración sin realizar, sobre todo a la hora de identificar a los adversarios o bien de vanagloriarse a sí mismo y sus logros. Desde las “ratas” del Congreso hasta la autopercepción como “uno de los líderes más importantes del mundo”, merecedor del Premio Nobel de Economía.
La exageración busca, además, crear un sentido de urgencia o peligro inminente, señala Domenach. Como ya hemos dicho anteriormente, esto es notorio en el discurso mileista: todas son batallas vitales, puntos de quiebre o hitos históricos.
La regla de la simplificación está vinculada con la personalización, y también con la idea de tener un “único enemigo”. “Una buena propaganda no se asigna más que un objetivo principal por vez. Se trata de concentrar el tiro en un solo blanco durante un período dado”. Esta lógica de un único enemigo, en su máxima expresión es una única persona: “Concentrar en una sola persona las esperanzas del campo al cual se pertenece o el odio que se siente por el campo adverso es, evidentemente, la forma de simplificación más elemental y más beneficiosa”, dice el francés.
No está del todo claro que, por ejemplo, el gobierno apunte a polarizar con Cristina Fernández de Kirchner de un modo tan marcado y personal. De todas formas, esa polarización en términos prácticos y modo general con el kirchnerismo ya está sucediendo. Así, la polarización simplifica la disputa política al tiempo que presenta dos campos o liderazgos fuertemente contrastados. Eso a su vez hace más fácil la comprensión de la política por parte del público, la ciudadanía.
La simplificación y el enemigo único se pueden ver en el discurso libertario en la categoría de “zurdos”. Más allá del rigor con que se la aplique, esa categoría engloba al conjunto de los enemigos de Javier Milei y compañía. Así, hasta miembros del Fondo Monetario Internacional han llegado a ser tildados de “zurdos comunistas”, o bien la Unión Cívica Radical o figuras como Horacio Rodríguez Larreta. De un lado, Milei. Del otro, los zurdos.
Otra regla de las mencionadas por Domenach en relación a la propaganda de los totalitarismos de la primera mitad del siglo XX es la creación de la unanimidad y el efecto contagio. En este caso, en el marco de la política democrática, la idea de unanimidad está bastante lejos. Lo que sí se esfuerzan en generar tanto el dispositivo comunicacional de La Libertad Avanza como otras fuerzas similares alrededor del mundo es la idea de masividad y el efecto contagio. De esa forma, siempre existe una jactancia a la propia masividad, al apoyo popular amplio y siempre cargado de una emotividad y un exitismo que procura contagiar al resto.
El exitismo con el que se autorretrata La Libertad Avanza no deja lugar a dudas: estamos ante un modelo exitoso, un líder indiscutible y una gestión que logra en poco tiempo lo que otros no lograron en años. Esa narrativa va acompañada de una euforia que busca el contagio de los que aún no se han convertido al credo libertario.
Por lo tanto, si bien la irrupción de Milei en la política nacional significó una ruptura con las formas de hacer política y en consecuencia de comunicar, también es cierto que existe continuidad en muchas de las fórmulas y reglas clásicas de la comunicación y la propaganda, llevadas ahora al extremo. Como hemos visto, muchas de ellas ya fueron descritas por Jean-Marie Domenach a mediados del siglo pasado en su libro La propaganda política.