¿Narrativa en la cornisa? la efectividad del relato libertario y la amenaza de las contradicciones
Una de las grandes fortalezas de Javier Milei ha sido la construcción de una narrativa que captó mejor que nadie el clima de época y proveyó una visión de futuro que generó entusiasmo. Esa narrativa en donde la casta aparece como principal antagonista, seguida del kirchnerismo y la izquierda, ha tenido algunas contradicciones, importantes desde el punto de vista de la coherencia, pero en su mayoría inofensivas para una narrativa política.
En ese paquete contradicciones podemos ubicar a la continuidad de funcionarios de gobiernos anteriores, muchos de ellos de vasta trayectoria; el incremento de algunos impuestos; y el hecho de que el ajuste recayó fuertemente en la gente, y no en la casta. Sólo la última de las contradicciones tiene algo de potencial riesgo. El resto pasan sin pena ni gloria.
La narrativa de ficción exige coherencia argumental. Eso la hace creíble. En la ficción, las contradicciones suelen obedecer a los dilemas, muchas veces internos, que tienen los protagonistas y son parte del conflicto a resolver. Eso no hace que las historias pierdan coherencia, sino que refuerza las tensiones y el drama.
En la narrativa política,en cambio, el conflicto es externo a los protagonistas y se plasma en los desafíos y enemigos: terminar con el déficit público, derrotar al kirchnerismo, etc. Es decir, la narrativa política no plantea contradicciones internas como parte de ese relato destinado a persuadir y mover voluntades. La tensión está puesta en el otro, el adversario.
Así, la narrativa política procura ser coherente internamente.
No obstante, la coherencia absoluta es contradictoria con la política. La política necesita márgenes de acción flexibles. Incluir miembros de la casta, resolver problemas con pragmatismo y repartir costos según lo posible y no necesariamente según lo deseado. Los políticos necesitan esa flexibilidad, y el público está dispuesto a aceptar esas contradicciones en tanto la gran historia que les cuente el gobierno sea creíble. En suma, puede haber contradicciones internas en la narrativa, sin que esta pierda efectividad.
Pero los problemas de la narrativa de Javier Milei no están tanto en la política, como sí en la economía. Terminar con el modelo de la casta siempre trajo aparejado terminar con la inflación. Casta e inflación, un solo corazón. Había una identificación de la casta, degenerada fiscal, con la pérdida de valor de la moneda y el fracaso de los distintos signos monetarios, vía la emisión y el endeudamiento.
La narrativa de Milei puede entrar en zona de peligro de la mano de los números de inflación. La caída a 4,2% mensual anunciada la semana pasada por el INDEC es un logro muy significativo. Entre paréntesis, llama la atención que el dato de inflación no haya sido lo suficientemente explotado comunicacionalmente por el gobierno. Pero el problema con la inflación es hacia adelante. Hay una proyección de estabilización en ese número e incluso un repunte en junio. A eso hay que agregarle la postergación de aumentos de tarifas en la zona del AMBA y el riesgo de una nueva devaluación, pedida por el Fondo Monetario Internacional, que haría subir los precios nuevamente.
Después de todo el ajuste realizado y del esfuerzo por parte de la población, que aún en un contexto de crisis económica sigue apoyando al gobierno, un retroceso en el combate a la inflación resultaría peligroso para la narrativa y la credibilidad del gobierno. El ethos de genio de la economía del que Milei ha sacado tanto provecho podría entrar en zona de peligro.
El éxito de la narrativa oficial quedó plasmado en la última encuesta de Zubán Córdoba. Hay un dato que muestra la pregnancia del discurso: según el sondeo, el 46% está de acuerdo con la frase “Milei quiere cambiar el país, pero la casta no lo deja”. Sin embargo, el relevamiento fue anterior a la aprobación de la ley Bases en el Senado. Y la aprobación va en la dirección contraria, le quita excusas al gobierno y responsabilidades a la oposición.
Hasta acá las pequeñas contradicciones de la narrativa oficial no significaron una amenaza significativa. El punto más saliente fue la percepción de que el ajuste recayó mayormente sobre la gente, y no sobre la casta. Nada que rompa el encanto con el todavía nuevo presidente. Un repunte de la inflación, en cambio, podría poner la narrativa libertaria en la cornisa.