Milei y el problema de las expectativas
Javier Milei enfrenta un problema de expectativas. Llegó prometiendo y machacando sobre la idea del ajuste y una dura transición hacia el modelo de la libertad y la prosperidad. Ese dispositivo de las bajas expectativas en parte le ha dado aire para llevar adelante “el ajuste más grande de la historia”. El gran interrogante siempre fue, desde el día 0, cuánto ajuste aguantaría la sociedad. Cuál sería el límite de la paz social.
Los primeros seis meses testearon ese interrogante. Evidentemente y por varios motivos, entre los que no se puede obviar la efectiva instalación del discurso oficialista y el dispositivo de bajas expectativas, hasta ahora la sociedad ha aguantado el ajuste. Entonces, si éste era algo preanunciado y validado por las urnas ¿por qué habría un problema con las expectativas?
El ajuste tarifario, despidos en el sector público, cierre de organismos como el INCA, el INADI y hasta el CONICET, entre otros, eran un número puesto para todos los votantes de Javier Milei. El que no lo esperaba, lo deseaba. “No podíamos seguir como estábamos”, repetían los votantes.
Sin embargo hay otro conjunto de consecuencias del ajuste que no eran deseados, sencillamente porque nunca pueden serlo. Uno de los ordenadores más importantes de la vida de las personas es el trabajo. Fuente de ingresos y sustentación, este tiene el valor de marcar la frontera entre los que están adentro y los que están afuera del sistema. La destrucción del empleo nunca es un escenario deseable, ni para quienes votan conscientemente en el ajuste. Una cosa es ajustar la economía doméstica y otra muy distinta quedarse sin fuente de ingresos.
Las medidas económicas del gobierno han abierto la puerta a una recesión de la que todavía no se sabe cuál es el piso ni cuán larga será su duración. La hipótesis de recuperación en “V” parece descartada por todos los economistas. Así, el optimismo pasa por arreglar aquello que estaba roto en la economía, fundamentalmente el problema de la inflación. Si el gobierno resuelve la inflación, habrá ganado su principal pelea. Dicho sea de paso, Milei es quien realmente libró la “guerra contra la inflación” anunciada por Alberto Fernández allá por la primera mitad de 2022. Librar esa guerra tiene su mérito; ganarla, mucho más.
Dicho esto, las consecuencias de la recesión cambian el escenario, ponen sobre la mesa otras demandas y, eventualmente, hacen más difícil cumplir con las expectativas (ya bajas) de la gente. El miedo al desempleo, la asfixia a la economía producto del combo tarifazos y bajo consumo, la abrupta apertura de importaciones, etc. Es decir, son varios los puntos que hacen que el ajuste efectivamente implementado sea más duro de lo esperado incluso por el más concienzudo votante libertario. Ese es el problema de expectativas que tiene Milei. Las consecuencias de su ajuste van más allá de lo esperado No es el fin del mundo: la esperanza es lo último que se pierde. Una sociedad que votó contundentemente para ponerle punto final a un gobierno peronista seguramente renueve su voto de confianza en un gobierno que lleva menos de un año. Después del año, las excusas pierden efectividad. Por eso, Milei tiene una ventana de oportunidad de cara a la sociedad -siempre y cuando no empeore todo mucho más- hasta diciembre 2024 o comienzos de 2025. Para entonces el modelo económico ya tendría que mostrar efectos positivos.