La tramitación de “Bases…” y la necesidad de volver a las bases de la política
La derrota parcial, pero altamente costosa, del gobierno con el proyecto de ley ómnibus deja al desnudo el alto déficit de La Libertad Avanza en la gestión de lo político.
Javier Milei ganó las elecciones innovando las formas de hacer política. Irrumpió y rompió la grieta, algo que muchos se habían propuesto antes sin suceso. Pero gobernar es otra cosa. Ser exitoso en campaña no equivale a ser exitoso gobernando, así como ser un influencer en redes sociales no equivale a saber construir poder. Gobernar requiere, en primer lugar, de saber cuál es la fuerza con la que se cuenta verdaderamente. Milei se jacta, por ejemplo, de haber sacado el 56%, pero debería tener los pies puestos sobre el más realista 30% de la primera vuelta. Sin gobernadores, con minoría en ambas cámaras y juegos de alianzas a medio camino, Milei debería entender que para combatir el déficit fiscal, primero tendría que sanear el déficit político.
La innovación de las formas de hacer política -porque algo que Milei ha hecho es innovar- no puede perder de vista los principios elementales de la misma. El trámite del proyecto de ley “Bases…” debería volver a las bases de las formas de hacer política. Y si de volver a las bases hablamos, podemos recurrir, haciendo un fuerte uso de la ironía, a la relectura de Juan Domingo Perón. Las preferencias ideológicas no deberían hacerle perder de vista a nadie la riqueza de algunos de sus textos y discursos. Aunque sea una figura denostada por una parte considerable de la dirigencia, el libro Conducción Política es de lectura casi obligada para cualquiera que le interese la política.
En 1951, Perón brindó una serie de charlas en la Escuela Superior Peronista. Aquellas charlas fueron posteriormente reunidas en el libro titulado Conducción Política. Se trata de un texto en el que se encuentran desperdigados puntos esenciales del arte de la conducción, pero sobre todo se plasman algunos principios elementales de la política y la construcción de poder.
Perón dice allí que el conductor tiene que ser un creador. No anda por caminos trillados, crea caminos nuevos. Ese es uno de los tantos puntos en los que el líder justicialista le “tira centros” al innovador presidente libertario. En otro trecho del libro se refiere también a lo importante de utilizar los nuevos medios de comunicación, como entonces la radio. No usarlos equivale a estar en desventaja. Está claro que Milei está a la vanguardia en el uso de redes y en ese rubro le sacó una cabeza de ventaja a sus competidores en las elecciones.
Las dificultades vinieron una vez en el Gobierno. Ganar las elecciones es una acción cuantitativa, dice el líder del justicialismo. Hace falta número. Pero gobernar es una acción cualitativa; hacen falta los mejores. La clave está en la organización. Gobernar requiere organización. Ese tal vez sea uno de los grandes problemas políticos del gobierno de Milei: la ausencia de cuadros intermedios en la gestión.
Una solución posible a esa falta de cuadros podría ser apoyarse más en los hombres provenientes de las fuerzas aliadas. Ahí el problema de Milei viene siendo precisamente la centralización y la poca delegación de tareas. El presidente intenta imponer su voluntad incluso a los aliados. No existe una dinámica de coalición.
Perón dice que el secreto de la conducción está en hacer el 50% de lo que uno quiere, y que los demás hagan el 50% de lo que ellos quieren. El conductor no puede pretender hacer siempre lo que él desea. La clave es que en el 50% de eso de que se haga esté lo fundamental. La política es negociación permanente, algo a lo que Milei hasta ahora se ha mostrado reacio.
La política se lleva adelante mediante la persuasión, señala Perón, y muchos otros más también lo han dicho a lo largo de la historia. Pero el presidente opta por un enfoque que prescinde de la persuasión y la negociación. Su método se basa en la imposición, utilizando medidas coercitivas en lugar de incentivos, adoptando una postura de firmeza con el uso del ‘palo’ en lugar de la ‘zanahoria’. Pero… “Los que son siempre amigos de hacer su voluntad terminan por no hacerla de ninguna manera”.
Perón, que había sido profesor de historia militar en la Escuela Superior de Guerra, decía que conducir es enseñar. Algo similar decía el presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, “gobernar es enseñar”. Cardoso también era docente y un intelectual eminente en su país. Milei también tiene un estilo pedagógico, en el que explica y enseña. Lo hacía antes de ser presidente y lo hace ahora. El desafío hoy es que las palabras coincidan con los hechos. Que su marco teórico sea correcto.
Esto último nos lleva a otro punto que puede leerse en aquel texto. “El hombre está inclinado a errar más cuando se basa en la teoría que en lo que ven sus ojos”. Es decir, la aplicación dogmática de la teoría puede conducir al error y el pragmatismo tiene que estar en el menú del gobernante. Pero, en la visión libertaria ¿existe la alternativa del pragmatismo?
Por último. Tanto Perón como Milei son resultadistas. El justicialista decía que el éxito de las empresas se mide en los resultados. “Acierta el que gana y desacierta el que pierde”. Milei lo pone de otra manera: “¿Sabés cuál es la diferencia entre un loco y un genio? El éxito”. Van menos de dos meses todavía y para terminar de juzgar la conducción de Milei, habrá que esperar a los resultados. Pero hoy los resultados muestran que el gobierno necesita volver a las bases de la forma de hacer política. Desde el más puro pragmatismo y dejando de lado cuestiones ideológicas, la relectura de Conducción Política siempre resulta enriquecedora.
Autor: Ignacio Pirotta