Paradojas del gobierno libertario: los mejores opositores son los oficialistas arrepentidos
La fortaleza del gobierno está en el personalismo del presidente, en tanto el oficialismo como fuerza es proclive a los díscolos y la eyección de funcionarios.
Supo haber un mantra entre las filas libertarias que era esgrimido cada vez que aparecían discursos contradictorios o declaraciones polémicas dentro del hoy oficialismo: “los liberales no somos manada, cada cual tiene su opinión”. Pero si esa filosofía tiene sus riesgos en época electoral, para un gobierno resultaría completamente disfuncional. A sabiendas de esto, desde el inicio el gobierno ordenó y restringió sus vocerías.
Los Benegas Lynch -como el padre, que en el cierre de campaña pidió romper relaciones con el Vaticano- quedaron relegados para darle centralidad a los hombres del riñón gubernamental. Aún así, dada la naturaleza de La Libertad Avanza ese dique de contención resulta complicado de implementar al 100%. Y otro Benegas Lynch, ahora el hijo, quien por estos días dijo que a los ricos los están masacrando.
Pero el desorden interno del oficialismo no termina ahí. La salida recurrente de funcionarios da cuenta de que las filas libertarias están lejos de estar cerradas. Dependiendo cómo se hacen los números, los funcionarios salientes llegan hasta los 45 (tomando hasta rango de subsecretario), o hasta más de 80, si se toman directores simples. Todo un contingente.
Lógicamente, no todas las salidas tienen el mismo peso. La más altisonante ha sido la de Nicolás Posse de la jefatura de Gabinete, cargo nodal para cualquier gobierno. Y la última salida de peso fue la del secretario de Culto, Francisco Sánchez, hace ya algunas semanas. Desde entonces, la sangría parece haber parado, en el Ejecutivo al menos.
En el Legislativo, en tanto, las últimas semanas trajeron la novedad de la salida del senador Francisco Paoltroni del bloque oficialista, y también la salida de la diputada Lourdes Arrieta, que pasó a formar el monobloque Fuerzas del Cielo – espacio liberal. Quizás más relevante que la salida hayan sido las formas: el senador Paoltroni diciendo que el gobierno dejó de lado su bandera de lucha contra la casta; la diputada Arrieta prendiendo el ventilador luego de la visita a los genocidas.
¿Qué es lo que no funciona en La Libertad Avanza que hay tanto desbande? El rápido ascenso; la ausencia de un partido estructurado; la falta de cuadros técnicos suficientes o de políticos para ocupar todos los cargos y la consiguiente necesidad de buscar nombres en otros espacios; la propia naturaleza del espacio libertario, que aunó a figuras ajenas a la política y en ocasiones con perfiles poco habituales… Todo complota para tener este oficialismo que no termina de consolidarse políticamente. Tomando la metáfora del filósofo Zygmunt Bauman, un oficialismo líquido.
Y sin embargo luce y brilla, Javier Milei. Porque el suyo es un movimiento absolutamente personalista. La primera evidencia de eso fue el nulo arrastre que tuvo su imagen para los candidatos provinciales en las elecciones desdobladas que sucedieron antes de la presidencial. La gente confía en Milei, solo en Milei, pero no en los que él respalda.
Por ese motivo, de cara a la opinión pública, el alto nivel de recambio no significa un problema. El problema es operativo, de gestión y de política. El riesgo de un oficialismo líquido es que el poder se escurra como el agua entre las manos.
La novedad que trajo Milei a la política choca con algunos principios básicos del manejo del poder. Milei significa un cambio en la forma de hacer política. Pero hay cosas que nunca cambian. La negociación es una malla que contornea todas las relaciones en la política: acuerdos, compromisos, pagos, sacrificios y recompensas. Cuando esos principios básicos no se siguen, se corre riesgo de que aparezcan consecuencias. Las deserciones son una de ellas.
El desgaste de las relaciones con gobernadores y bloques aliados es otra consecuencia. De hecho por estos días ha comenzado a trascender cada vez con más fuerza el incumplimiento del Gobierno con los acuerdos con gobernadores. Desde Tucumán, un funcionario de Jaldo salió a reclamar públicamente que les prometieron 93 mil millones de pesos para obras y solo les giraron mil millones. Es el primero que hace público el run run que ya se escucha en off desde hace un tiempo.
Pero el estilo Milei hasta ahora deja un saldo positivo. El personalismo con una figura carismática como base y el antagonismo con la casta rinden. La oposición brilla por su ausencia y el oficialismo instala narrativas sin resistencia. En ese contexto, los mejores opositores son los oficialistas arrepentidos. No obstante, ¿hasta cuándo alcanzará el estilo personalista y la buena imagen del presidente para sostener al proyecto libertario? Estrategia, comunicación, carisma.. todo suma. Pero al final del día (o del año, o de la gestión) lo que siempre importan son los resultados.