UCR: El partido centenario en la encrucijada
La ola contra la casta política cubrió todo el mapa electoral argentino en 2023. Al menos el mapa nacional, con el color violeta pintando casi la totalidad de las provincias. Sin embargo, a un año de aquello, vemos que en los principales titulares de la política los partidos políticos son protagonistas: Karina Milei lanza La Libertad Avanza a nivel nacional en Parque Lezama, la interna del Partido Justicialista en llamas, y la Unión Cívica Radical que no se queda atrás con la polémica interna bonaerense y ruptura de bloque en Diputados. Pareciera que en la Argentina de la antipolítica los partidos están de moda.
O quizás los partidos políticos nunca pasan de moda. Lo cierto es que de entre los existentes en la Argentina uno de ellos es el más antiguo de todos: la Unión Cívica Radical (UCR). Fundado en 1891 por Leandro N. Alem, llegó a la presidencia de la República en 1916, después de la sanción de la Ley Saenz Peña, que habilitó el voto universal, secreto y obligatorio masculino. En la narrativa de Javier Milei, el primer gobierno populista y el inicio del modelo de la casta.
Hoy la UCR es blanco de los dardos de Javier Milei, pero lejos de unirse, está dividida. Siempre hubo a grandes rasgos una línea más conservadora y otra más popular, desde los yrigoyenistas versus los antipersonalistas. Hoy las líneas divisorias quedaron de manifiesto con la emergencia de Milei, entre aquellos que rápidamente se pararon en una vereda opuesta y aquellos que respaldan al libertario. La fractura del bloque en Diputados, impulsada por el tándem Facundo Manes y Martin Lousteau, expresa esa tensión. La interna bonaerense, en cambio, entre los senadores Maximiliano Abad y Lousteau expresa pujas menos ideológicas.
Esa interna radical tiene en el Congreso a su arena más vertiginosa. Los radicales con peluca atan su suerte a la del presidente Milei; los otros también, pero quizás en menor medida. Después de todo, lo que los radicales alejados del oficialismo pregonan, entre otras cosas, es el respeto a la República -en muchos casos comparando al mileismo con el kirchnerismo- y otras banderas que gozan de amplio respaldo, como jubilaciones o la universidad pública. Incluso el éxito económico de Milei dejará algo de lugar para esas y otras banderas.
Aunque lejos del esquema bipartidista anterior al estallido de 2001, la UCR sigue siendo un partido con fuerte representatividad. Tiene cinco gobernadores y más de 500 intendentes en todo el país. La capilaridad del radicalismo es un dato que, por ejemplo, no se le pasó por alto al PRO en el armado de 2015. Esa es su fortaleza comparativa, y no ya la presencia parlamentaria, donde elección tras elección ha ido perdiendo volumen. ¿Y qué hay del plato fuerte?¿Puede estar algún miembro de la UCR entre los presidenciales del próximo tiempo, de la mano de algún hoy gobernador?
La implosión del viejo bipartidismo fue más notoria del lado del partido centenario. El radicalismo ha perdido presencia en la sociedad argentina. O dicho al revés: la sociedad argentina ha perdido parte de su identidad radical. Fundamentalmente la clase media. Antes de 2023 estaba claro que el partido que pasó a tener lugar en el corazón de la clase media era el PRO. La fuerza fundada por Mauricio Macri tuvo y tiene representatividad en la clase media.
El profundo realineamiento electoral que está atravesando la sociedad argentina está en pleno curso y todavía es imposible saber cómo van a quedar las cosas cuando las aguas se calmen. La centralidad que han tenido los partidos en las últimas semanas, desde La Libertad Avanza al radicalismo, señala que siguen siendo instituciones centrales en la vida política argentina. A estar atentos, entonces, al devenir del viejo partido centenario.