La ventaja de ser impredecible: de Cristina a Milei, y un Macri que puede dar sorpresas
Javier Milei gozó, durante un buen tiempo, de ser impredecible. Sus movimientos políticos resultaban osados y sorprendentes. Un raro, un extraño difícil de decodificar. Así ganó las elecciones y así gobernó los primeros meses. En algunos contextos o momentos específicos, ser impredecible es un buen capital político.
Una dirigente que ha jugado al misterio frecuentemente siempre ha sido Cristina Fernández. La enigmática Cristina atraía de esa forma toda la atención, al tiempo que generaba cierta desorientación en sus adversarios, a la espera de definiciones de la experimentada política. El silencio y el misterio no hacían más que alimentar su centralidad y poder.
Milei sacó provecho de ser impredecible, desconcertando a la política al dar declaraciones incendiarias durante campaña, juntándose con los que hasta ayer criticaba a muerte, golpeando y acordando aparentemente sin ton sin son, pero siempre, al final de cuentas, sacando provecho. Durante largos meses resultó difícil predecir al dirigente La Libertad Avanza. Un incomprendido que se jactaba de que sus adversarios sencillamente no la veían. La casta desconcertada.
Sin embargo, con el paso de los meses Javier Milei ha comenzado a ser un político predecible. Las secuencias de pelea/reconciliación ya con una dinámica visible, los enemigos de turno objeto de ataques virulentos, las broncas contra los actores que se salen del libreto deseado por el presidente y las negociaciones con fuerte énfasis en el toma y daca pero muchas veces ajenas a los códigos de la política.
Mauricio Macri ya le tomó el tiempo. La rápida pulseada por la coparticipación de la Ciudad de Buenos Aires así lo dejó ver. En realidad, ya le tenía el tiempo tomado desde antes de la aprobación de la Ley Bases. El escenario de distanciamiento con el Gobierno estaba en la página siguiente a ese tortuoso trámite legislativo. Hoy el que puede dar sorpresas es Macri.
En contrapartida a lo imprevisible políticamente que supo ser, Milei era un dirigente previsible en lo económico: proponía ajuste (algo que nunca nadie se había animado a prometer en campaña) y cumplió. Prometía tiempos difíciles, y los tiempos difíciles vinieron. Hoy, no obstante, los anuncios del gobierno lo sitúan en el campo de lo imprevisible. El cuestionamiento de sus adversarios traduce esa impredecibilidad en un “no hay plan”, “improvisan”.
El momento económico, de crisis en todos los niveles, el macro y el microeconómico, requiere de certidumbres y movimientos audaces pero predecibles. Ser impredecible en una crisis económica no es un mérito, es una debilidad. Si los mercados están desconcertados, esa no es una buena noticia.
Ser impredecible, enigmático, jugar con los silencios y con los movimientos desconcertantes puede dar una ventaja en determinados momentos. Milei pasó de ser impredecible en materia política, algo que le daba ventaja sobre sus contrincantes, a ser más bien predecible en ese campo pero impredecible en lo económico. Hoy, su capital político depende casi exclusivamente de los éxitos económicos. Para eso, ser predecible en ese terreno es el mejor camino.