Vacilación y audacia: Alberto y Milei, los dos opuestos
Es indiscutible que Javier Milei actúa con audacia. Mezcla de vandorismo (primero golpear para después negociar) con temeridad pura y dura (todas las curvas a fondo), el primer golpe de efecto del libreto libertario vino con el mega decreto de necesidad y urgencia, allá por diciembre de 2023 y anunciado por cadena nacional. Después siguió la ley bases, y lo que al principio resultaban ser golpes de efecto, el a todo o nada, luego se convirtió en una constante. Hay negociación, desde luego. También hay marchas atrás, como con Bases. Pero la línea siempre es a matar o morir.
El contraste con Alberto “el timorato” Fernández es absoluto. Vicentín fue el primer gran caso, muy machacado por los propios. Del otro lado de la grieta, los tiburones olieron sangre: un presidente que no estaba dispuesto a ir a fondo en nada. Incluso el estilo dubitativo de Alberto se notó en las decisiones más intrascendentes, o en otras polémicas y encrucijadas, como el regreso o no a clases, que dejó en offside a su entonces ministro de Educación, Nicolás Trotta, que no tardó en dejar el cargo.
¿Qué implica cada uno de los dos estilos? El audaz marca la cancha de entrada y pone a los adversarios a la defensiva. En cambio, aquel que lleva adelante sus decisiones partiendo de la duda termina por poner a sus adversarios a la ofensiva. No casualmente ese fue el estilo de oposición que hizo el PRO durante el gobierno de Alberto, con Patricia Bullrich a la cabeza, por ejemplo tempranamente manifestándose en las calles contra la cuarentena.
Milei muestra liderazgo. Con sus vacilaciones, Alberto no tardó en demostrar que no lo tenía. Milei mostró rápidamente que no llegó a la Rosada para ser el pibe de los mandados de Mauricio Macri. Alberto se quedó a mitad de camino entre la construcción del albertismo (que nunca pasó de ser un fenómeno limitado a las cuatro paredes de algunos despachos) y la sumisión absoluta a Cristina Fernández; ni una cosa ni la otra, muy a lo Alberto.
Alberto fue socavando su propia autoridad con su estilo, hasta convertirse en el presidente testimonial durante el último trecho. Del lado de Milei, hay que decir que la virtud puede convertirse en vicio, y el vicio en veneno. El veto a la nueva fórmula de actualización previsional ya había tenido un costo político alto para el oficialismo. Ahora la secuencia se repite con el veto al financiamiento universitario. El siempre a fondo, el a todo o nada, puede terminar erosionando la propia legitimidad al igual que su contrario, la vacilación.
No puede escindirse el análisis de las estrategias y las formas del análisis de los contenidos. Hoy el desafío de Milei está en la popularidad de los contenidos de sus jugadas a todo o nada. Si de un lado está la casta política y del otro la gente de a pie, una estrategia audaz y agresiva pareciera ser adecuada de cara a la opinión pública. El problema es que no siempre es así. Los jubilados fueron el summum de ese punto crítico para el gobierno.
Así, por momentos la audacia se convierte en falta de sensibilidad social. Veneno para la popularidad del presidente. Si la audacia de Milei en cierta medida vino a reparar la ausencia de autoridad presidencial con Alberto, lo cierto es que, como dice el dicho, la diferencia entre un remedio y un veneno está en la cantidad.