El río revuelto del sistema de partidos

4 abril, 2024 by

El sistema de partidos argentino está en pleno proceso de reconfiguración. Nuevas corrientes han modificado lo que venía siendo un caudal social, político y electoral bastante constante y predecible.

Indudablemente, el triunfo de La Libertad Avanza en las presidenciales terminó con el sistema de bicoalicional. Ese sistema tenía como principal trasfondo los clivajes de peronismo/antiperonismo y kichnerismo/antikichnerismo. Javier Milei propuso uno nuevo: casta/anticasta.

A decir verdad, se trata de un clivaje viejo, reciclado por el libertario, y que vuelve cada tanto en la política argentina. De hecho, el peronismo en su primera versión sacaba provecho de la antipolítica. Fue desde ese lugar de confrontación con los políticos que Perón creó su movimiento. Hoy, en cambio, el antiperonismo impregna a la antipolítica emergente.

Estas grandes corrientes, muchas veces etiquetadas como “antis”, son la expresión a nivel social del sistema de partidos. Cada fuerza tiene sus partidarios y sus antipartidarios. La anticasta (o antipolítica) se posiciona, naturalmente, como un contraste con la totalidad del sistema.

A esas corrientes partidarias y antipartidarias hay que sumarle la emergencia de nuevas identidades sociales que han venido a diversificar mucho más a la sociedad, no desde un paradigma de diversidad de individuos, sino de diversidad de grupos sociales. El concepto de clases sociales perdió centralidad (aunque quizás no debería) en función de la aparición de estas identidades y de las batallas culturales a las que en muchos casos dan lugar.

Volviendo al nivel institucional, es notorio que el sistema de partidos también muestra una creciente fragmentación. La explosión del 2001 encontró luego dos polos magnéticos que reunificaron las partes. Uno mucho más temprano, el kirchnerismo. El otro,  entre la división de la oposición y el éxito del oficialismo, tardó en emerger, pero terminó tomando forma en 2015. Luego vinieron las grandes coaliciones, en 2019.

Lo que pasó para que ese tablero de dos grandes coaliciones se termine rompiendo fue sencillamente el fracaso de ambas en su paso sin reelección por el poder. El caudal se ha vuelto menos predecible. El río está revuelto.  Para intentar ver a través de esas aguas enturbiadas y tener un panorama más claro de los futuros posibles hay que mirar tanto a los liderazgos y las estructuras partidarias como a la sociedad, las clases y los distintos grupos que la conforman.

Tomemos por caso al peronismo. A la diversidad de liderazgos hay que agregarle las divisiones a nivel social que atraviesan el campo de lo que en 2023 fue Unión por la Patria. Una notoria división es entre un peronismo más conservador y tradicional y otro progresista. Dentro del segundo, con fuerte pregnancia en los grandes centros urbanos, se ubica el kirchnerismo (al menos su expresión social).

Es evidente que en los últimos tiempos el peronismo revitalizó no solo las expresiones no kirchneristas, sino también las conservadoras. El proceso electoral del año pasado dejó eso al descubierto. No sólo en las PASO, sino ya antes, con la definición de los candidatos que compitieron. Massa fue el nombre de la unidad de un peronismo que no estaba dispuesto a aceptar el liderazgo del kirchnerismo.

El radicalismo también abre interrogantes interesantes. El viejo partido se encuentra dividido tanto a nivel dirigencial como social entre quienes tienen la actitud de darle más tiempo al gobierno y aquellos que ya se posicionan fuertemente en contra. ¿Cuál de las dos corrientes va a prevalecer? En la ecuación radical tiene influencia directa el destino de la experiencia libertaria. Claramente el éxito deja hoy mejor parado a los gobernadores y los llamados opositores dialoguistas.

El PRO es el tercer gran interrogante. Si el devenir del radicalismo depende del éxito o no del gobierno, en el caso del PRO su suerte está completamente atada a la de Javier Milei. Patricia Bullrich pasó a ocupar un lugar central en el nuevo gobierno, al punto que resulta difícil imaginar su próximo reciclado en caso de fracaso oficialista. Mauricio Macri paulatinamente ha despegado su figura de la del libertario y tendió puentes con la vicepresidenta. Larreta, en tanto, permanece en el partido aunque habiendo realizado un repliegue táctico: el ex Jefe de Gobierno no ocupa lugares de poder en el partido pero tampoco renuncia a su ambición de liderazgo futuro.

Lo que sigue en términos electorales son las legislativas de medio término. Allí la unidad, aunque importante para lograr mejores resultados, tiene menos valor que en las disputas por gobernaciones y presidenciales. Por eso, 2025 abre la posibilidad de que la fragmentación política y social tenga expresión electoral sin grandes coaliciones que la contengan.

Milei supo pescar mejor que nadie en el contexto de 2023. En 2025, a río revuelto del sistema de partidos, quizás Milei saque ganancia cual buen pescador. Pero para eso falta una enormidad. Primero, a transitar el tortuoso 2024.

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